jueves, 5 de agosto de 2010

El brillo de la gema (capitulo 2)

-La paciencia es una virtud, hijo mío
-Ya, pero…- refunfuñó Gonzalo, su espada no estaba lista para el mediodía y eso le había molestado cantidad
-No protestes más y termínate el estofado –le espetó su madre con toda autoridad. Tenía su largo cabello negro recogido en un pañuelo rojo, lo hacía siempre que cocinaba.
Gonzalo pensó que por más que se quejara, la espada no se iba a forjar sola, así que terminó su estofado y se quedó en la mesa para participar en la conversación de sus padres.
-¿Por qué no se ha quedado tu hermano Fernando a comer? Hay estofado para un pelotón entero
Alonso titubeó ante la respuesta de Jimena, su mujer, con la que llevaba quince años casado en santo matrimonio.
-Problemas con los moros, ya sabes, encrucijadas, guerrillas y batallas. Todo por conseguir reconquistar el sur.
El tío de Gonzalo se dedicaba a la milicia y lo veían muy poco, solo a veces se pasaba por Orgaz cuando le cogía de paso. Era un hombre frío con la gente, aunque a Gonzalo le había enseñado mucho acerca de la esgrima, y siempre que llegaba al pueblo practicaban un poco, por lo que su sobrino le tenia un cariño especial.
Aparte de Fernando, Alonso tenía otro hermano en Valencia. Se llamaba Vicente y Gonzalo solo lo había visto una vez en toda su vida.
-La construcción de la iglesia progresa con rapidez ¿os habéis fijado?- preguntó Jimena terminando su plato del delicioso estofado.
-El poder de la Inquisición es cada vez mayor- contestó Alonso mirando el plato. No tenía buena cara.
-¿La Inquisición? –preguntó Gonzalo- ¿Qué es eso, padre?
-La Santa Inquisición…es una organización que castiga a los herejes de la iglesia, hijo
-¿Y como saben quienes son herejes si éstos no lo muestran públicamente?
-Basta con que más de una persona te denuncie, entonces te declaran hereje y…-Jimena terminó ahí su explicación
-¿Y..?
-Te liquidan –concluyo Alonso- a ti y a tu familia, porque se supone que todos sois herejes
-¿Pero la familia acusada no puede hacer nada para demostrar su inocencia?- pregunto Gonzalo perplejo
-Es imposible convencerlos, te asesinan y te ponen de ejemplo para los demás herejes
Gonzalo tragó salivo ante las explicaciones de su padre y fue a su cuarto. Seguía igual de impaciente por tener la espada en sus manos pero no podía hacer nada por acelerar el proceso de fabricación, así que decidió dormir la siesta para no pensar en nada.
Y cuando despertó estaba ahí.
Una empuñadura de madera barnizada y dura, el pomo y el guardamano bañados en oro, y una hoja de más de cincuenta centímetros con una punta bien afilada. E incrustada entre la hoja y la empuñadura, justo en medio del guardamano y con los bordes decorados con adornos de oro, estaba la esmeralda de su padre.
Al darle la luz proveniente de la ventana, la hoja emitía unos extraños destellos de color verde pálido, lo cual llamaba la atención del joven, como todo aquello nuevo que veía
La vaina era de acero fundido y tenia en la punta un adorno de plata.

Nuño y Pedro estaban anonadados, mirando a Gonzalo batir enemigos imaginarios delante suya, con un juego de pies envidiable y defendiendo y atacando a pares como si estuviera un una verdadera contienda.
-Ahora Jaime y sus amigos no tendrán valor de atacarnos viendo la espada de Gonzalo- dijo Nuño excitado, el mas pequeño de los tres – deberíamos ir y acabar con todos ellos da igual que sean muchos. Les arrebataríamos todo su honor humillándolos.
-No seas fantasioso –contesto Gonzalo- no puedes ir por ahí rajando personas como su fueran cerdos tan solo porque te caigan mal
-Dejame adivinar –dijo Pedro, Gonzalo estaba sentado mirando la gema de su espada, pero prestaba atención a las palabras de Pedro, pues éste no habria nunca la boca para decir algo que no fuera inteligente –le has prometido a tu padre no usar la espada a lo loco ¿me equivoco?
-Solo para defender aquello que me importa
-¿Y no te importa tu honor? –preguntó Nuño
-Deja ya el tema del honor, hay cosas mas importantes –le espetó Pedro- Oíd el viernes es el Festival de la cosecha, ¿habéis preparado vuestras ropas para la ocasión?
Pronto se enfrascaron los tres en una conversación sobre el Festival, el cual tenía lugar todos los años tras la recogida del heno en Villaminaya, un poblado aun mas pequeño que Orgaz que quedaba al norte a media hora andando. Asistía gente de todas partes de la comarca, así como todos los mercaderes de los alrededores. Había espectáculos, concursos, músicos expertos y aficionados, exposiciones de alimentos agrarios e infinidad de cosas se iban sumando cada año, por lo que era un evento digno de presenciar.

Gonzalo volvió pronto a casa y encontró a su padre trabajando en unas herraduras que le había encargado para los caballos que tenían que tirar de los carros llenos de productos para el Festival de la cosecha. Su padre fue el primero que habló:
-¿Que tal la espada?
-Es perfecta, la empuñadura… el guardamano… la hoja parece una prolongación de mi brazo.
-No me extraña, esta hecha a tu medida –dijo Alonso fingiendo una leve sonrisa
Gonzalo notaba raro a su padre desde el encuentro con su tío. Estaba como apagado, ausente. Sabía como era su padre, y sabía que si le preguntaba por ello respondería que no pasaba nada. Alonso no quiso nunca que nadie se preocupara por él.
-Padre, la esmeralda, porque… ¿Por qué la has colocado en mi espada? Quiero decir… según tu es un tesoro muy antiguo y se el aprecio que le tienes ¿y si le pasara algo?
-Tranquilo no se romperá de un golpe de espada. Por cierto, seguro que aun no le has puesto nombre.
-¿A quien?
-¡A la espada, por supuesto!
Gonzalo no había caído en ello. Todas y cada una de las espadas de los grandes guerreros tenían un nombre ¡menos la suya!

Ya en la cama a punto de dormir, Gonzalo buscaba el nombre para su arma.
Era el arma perfecta, hermosa e imponente, afilada y brillante.
Rajacuellos, Segadora de vidas, Purgadora… todos esos nombres pasaban por su mente con la velocidad de un rayo. Rayo… trueno… tormenta… ¡Eso es! ¡Tormenta!
Esos fueron sus últimos pensamientos ese día. Luego se durmió, como cuando la noche traga las ultimas luces del crepúsculo.

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